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Medio sol amarillo. La memoria se levanta

El interés por descubrir las historias no contadas por la Historia

Por: Alexandra Molina

En  el mes de enero vino Lizeth, una amiga cartagenera, a visitarme a Popayán. Yo había conocido a Chimamanda Ngozi Adichie en una clase de etnografía y había quedado prendada de su manera de encarar aspectos tan decisivos como el colonialismo, la estereotipación, la representación y los relatos. Decisivos a mi modo de ver porque de historias es que estamos hechos, como diría Eduardo Galeano, y justamente Chimamanda habla del peligro de una sola historia y más si es contada desde la perspectiva occidental. La escritora se embarca en la tarea de contar nuevos relatos que se acerquen más a los intereses e identidades alejadas de la Historia con mayúscula.

 

Volviendo a mi amiga cartagenera y a mi ciudad, resulta que en Popayán a veces es difícil encontrar algunas de las publicaciones que me interesan, pasó con Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo y con Medio sol amarillo, ambas de Adichie. Esta última publicación fue un regalo de Lizeth para mí. Lo que fue doblemente significativo, porque el libro también me llevaba al recuerdo de un manojo de charlas sostenidas con ella un par de años atrás en esas murallas corroídas de salitre y que de alguna manera u otra se conectan con esa África que tanto desconocemos.

 

En Medio sol amarillo, Adichie narra una parte de la historia contemporánea de África, la de la guerra civil experimentada por las personas que asistieron a la búsqueda de conseguir una república independiente de Nigeria: Biafra. El símbolo de este país en su bandera, era un medio sol amarillo, el nombre que eligió la escritora para conducirnos por la vida de tres personajes muy bien construidos y los hilos que los conectan entre sí y la historia del país que duró tres años. Por medio de una prosa solemne, nos abrimos paso a esas nuevas formas de comprender una parte del continente africano que nos es ajena por la producción exorbitante en una sola vía, podemos dar cuenta de la memoria que revienta de escenarios del terror y la violencia, podemos ser conscientes de lo mucho que nos falta por saber sobre los genocidios, las hambrunas, los obstáculos personales, la división de clases, el colonialismo, el silencio, la historia.

 

Decía que Chimamanda nos presenta en cuatro apartados la vida de diversos personajes conectados por Ugwu, un joven de la ruralidad, por Olanna y Obdenigbo su esposo (un profesor revolucionario) y por Richard, el escritor británico que se enamora de la gemela de Olanna y es admirador del arte Igbo Ukwu. Sobre Uwgu, se puede decir que nos adentra en el mundo de la curiosidad, las tradiciones, la inocencia, el ensueño y la resistencia. Sobre Olanna que, como otros personajes femeninos, encarna la entereza, la fuerza, la inteligencia y la valentía de una mujer que rompe con estereotipos de dulzura y entrega abnegada. Y sobre Richard, el hombre que escribe periodismo y quiere ser escritor, que es quien se interesa por el arte de una ciudad del estado de Anambra de la cual se encontraron vestigios de las civilizaciones africanas de hace más de mil años.

 

Estos personajes tejen la historia y nos remueven las fibras al evidenciar tanto la infamia de una guerra como al amor y sus recovecos. Desde una prosa épica e intensa Chimamanda Ngozi Adichie, nos enfrenta a las tropas nigerianas, a la embestida colonial, a las redes y conflictos entre los yoruba, hausa e igbo y su fuente de saberes ancestrales. Medio sol amarillo nos hace sentir los latidos de la resistencia y nos enseña ese punto en la historia de una guerra favorecida por las potencias mundiales colonizadoras.

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