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En las postrimeras de una malograda derrota

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Cuento ganador del concurso de cuento de Unicomfacauca, busca evocar la diferentes formas de amas del ser humano. 

Por: Moreno

Se han preguntado, que tan difícil puede ser amar y olvidar; eso me cuestionaba en aquellas
calles frías y moribundas, de una ciudad abandonada por el tiempo, de un espacio que carecía
de sentido, que no podía renacer de la nada, pues aunque en el tumulto cada quien vive su
mundo y lo construye a su manera, en medio de la muchedumbre aún se percibía un murmullo
que pedía conciencia, que añoraba respeto por las ideas, que lamentaba el hecho de no ser
mejor sociedad de la que los antepasados habían dejado.

 

Y es que siempre vemos como la libertad y las cadenas han sido dos acérrimos enemigos,
incuestionables necesidades que se disputan el interés de un colectivo amorfo, que no puede
hacer más que morir de pena cuando la esperanza se acaba, cuando las oportunidades no
quieren o no pueden surgir. Pero esa es mi pena, mas no el motivo la causaba, tal vez con
dolor en el alma recordaba cómo era mi vida 24 horas antes, mi mente no disolvía el recuerdo
del primer día en que tuve, tan ligera, bella, y sigilosa, así fue como llegaste a mi vida, en
medio de la penumbra de uno de esos días en que no hacía más que despotricar de mi destino;
una mala maña que había heredado en mi juventud, y que me acompañaría hasta el final de
mis días.

 

¡Pero llegaste!, como una ironía deliberada del destino, ese malévolo autor que crea una
fantasía en la historia, y la elimina sin el menor reparo, sin detenerse a pensar que la alegría,
por más artificial que sea, siempre cambiara el mundo, y en su ausencia los lamentos se
sentirán hasta en el lugar más recóndito, provocando un grito de protesta, que pide respeto,
que añora justicia, que sueña con el día en que realidad y fantasía sean una sola. Y es que
acaso quien prohíbe las utopías, quien se opone a la tranquilidad, quien no añora un futuro
donde “el nosotros” sea más una verdad que un engaño.

 

Quisiera hablarles un poco más de ella, porque esta historia no es un relato de amor, o al
menos no de esos que se venden a bajos precios en las calles, no tiene el menor asomo de
interés, carece de egoísmo y es de los pocos que aún vive bajo la tortura de la distancia.
Resulta impensable que el amor se compra, sin embargo, quien no se enamora cuando lo que
recibes va más allá de lo que se pretende, cuando a cambio de unas monedas te dan lo que
siempre has querido, pues el dinero es un simple medio, un vehículo sutil y superficial, pero
útil en momentos cuando la sociedad pretende más la forma que la esencia. Día tras día, me
levantaba con un simple deseo, que había construido desde mi infancia al ver como un simple
hombre se convertía en un Don Juan, aquel hombre de insípidas facciones me enseñaría que
en la vida no importa cuánto seas, sino cuanto valgas. Ese mensaje retumbaría en mis odios
por siempre, aun en el silencio de las noches el eco de su voz me golpeaba recordándome las
miserias de una existencia limitada, escasa y de pocos sueños, mi incitaría a construir de la
cenizas un monumento al esfuerzo, un grito de guerra que no se acallaría ni en las batallas
más imposibles de mi vida, porque la rebelión no es cuestión de armas, sino una idea
inconforme con las condiciones que nos han impuesto, es una bandera que te acompaña hasta
en el más efímero de tus actos. Así, mi camino fue una lucha despiadada y constante, donde

se quemaría mi humanidad y aniquilarían todos mis miedos; hasta llegar a ella. ¡Mi gran
recompensa!

 

¿Será tal vez que al morir no eres más que una energía intrascendente?, que no recorre más
allá de la memoria terrenal de quienes lo añoran...eso me preguntaba; pero que pasa cuando
no mueres, pero si desapareces, una muerte disfrazada de distancia solo puede afectar lo
único que nos aferra a este mundo, o al menos de esa pequeña parte que aún nos ata a la
existencia, es la memoria la que se pierde, la que se agota entre ires y venires, es ese último
lazo que nos exige caminar como cangrejos, despacio, retrocediendo, con el alma entre las
manos, porque nadie quiere volver atrás con una derrota, sino para corregir esos pasos que
tergiversaron nuestro porvenir.

 

Pero en ultimas, la levedad o peso de una simple vida no me importaba, porque cuando se
pierde lo que amas, el motor de tus días, ya nada sabe igual, el brillo de los innumerables
destellos de luz son simples espectros moribundos, vaguedades insípidas que no hacen más
que fenecer bajo la retina de un observador ciego por el recuerdo, de unas manos que vacías
abrazan el aire mismo, para negarse a aceptar una realidad mordaz. Es así, como el vacío se
convierte en ley, y la desolación en dictadura.

 

Después de esa negación incestuosa, llega la etapa más cruel, porque aparece en el ambiente
una pequeña ilusión, imposible desde el principio, pero realizable por el deseo, un desvarío
que se aleja de las probabilidades y se refugia en la superstición. Porque será que a todos nos
toca esa percepción de ser intocables, de creer que somos más que uno, que tenemos a nuestra
espalda la carga del destino, un salvador hecho carne, una palabra que recorre cada fibra
beligerando los miedos, atándonos a una ilusión profana, bella y falsa a la vez, pero al fin y
al cabo un motivo suficiente para tener esperanza; en aquel trance inútilmente apelas a la
verdad, a la autoridad, a todos y cada uno de los recursos humanos con que cuentas, pero
quien lucha contra monstruos siempre será vera como aquel lánguido flaco que enfrentaba
molinos de viento, valiente, pero ridículo. Sin embargo, tal vez la lucha más difícil que
enfrentamos se da tras bambalinas, pues nos toca elegir entre luchar y morir, o correr y vivir,
repuesta simple para un cobarde, mas no para aquel visionario que sabe que más allá de unos
segundos en la tierra nos enfrentamos a una guerra con la historia, donde una huella, solo una
huella puede catapultarnos como grandes héroes o como una parte más de esa masa anónima.

 

Y en ultimas, se llega al mismo punto, porque ella era, ella es y ella será la única; eso nunca
estuvo en tela de juicio, ni siquiera cuando después de media década a su lado, con un vínculo
indeleble, rechace la idea de pagar por ella, pues siempre fue mía aun sin estar a mi lado,
¡acaso uno compra lo propio!, como quien compra sueños, como el que presta vidas cuando
las propias no tienen sentido. Por eso antes de perder la libertad preferí perderla a ella, porque
otrora era borrar esa pequeña lucha que le gané a la historia, esa pequeña afrenta de donde
salí victorioso, pero nunca ileso, porque aprendí amar, mas no a capitular más allá de la
rendición, así como cuando bajas las armas, pero no el corazón. Y eso... eso unido a la
impotencia, la desidia y el rencor, es amigos lo que se siente cuando pierdes bajo un hurto tu
flaca... así como le llamaba en los buenos tiempo a mi Moto!!

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