top of page

Un varadero blanco cargado de nichos culturales

Los nichos que se refugian en la ciudad, hacen del día a día de un payanés y un forastero algo así como un encuentro mágico.

Por: Nathalie Valencia

LEAD

Las calles coloniales de Popayán además de albergar religión y gastronomía, también son aposento de subculturas; varaderos de tribus urbanas que terminan confluyendo en diferentes espacios; aquí, se dejan de lado las brechas de los comportamientos y convicciones. En la ciudad blanca se encuentra la cultura dominante y la contracultura sin la imprescindible necesidad de generar un choque de ideales.

La transformación del pensamiento dogmático que nos dejó el colonialismo en una ciudad “conservadora” queriendo ser “liberal”, se alimenta de la interrelación entre visitantes y residentes que impulsan la apertura mental, que más allá de todos los conceptos, nos regalan una comunidad de conocimiento y una sociedad de aceptación e inclusión. Por estas calles con nombres de 'herrería', el 'caminante' siempre será parte de algo, los lugares pequeños nos unen constantemente, nos obligan a socializar y Popayán aún no es lo suficientemente grande para conseguir omitirnos.

Los nichos que se refugian en la ciudad, hacen del día a día de un payanés y un forastero algo así como un encuentro mágico. Los constantes saludos con todo tipo de personas, los intercambios de filosofías, la polifacética manera de ver las cosas, la reunión cada noche en el parque central con más que personas, identidades. Imágenes de algo que siempre se lleva en la mente, de convicciones, de ideologías, de nutridas conversaciones que no sólo tratan sobre las vestimentas. Intercambios que tratan de conseguir afinidad entre los diferentes puntos de vista, y que buscan encontrar “paz” en medio del trasfondo socio económico y político del que no podremos escapar por pertenecer a una sociedad con grandes intereses financieros, pero que sí podemos modificar por estar también a un estado cambiante, líquido.

bottom of page