Abatía


Poema ganador de la autoría de una estudiante de Comunicación Social y Periodismo, actualmente egresada de Unicomfacauca.
Por: Adriana Paz Vidal
¿Cómo no amar tu tenue esencia, la cautela de tu palabra
y la cálida magia de tu mirar?
El frenesí de tu risa se convirtió en mi baluarte y
hoy el bastión de tu amor cae en mil siete partes.
Te fuiste y el único recuerdo que me queda de ti es la poesía,
lo demás, el despiadado paso del tiempo se lo ha llevado.
Siete noches viví contigo y mil sin ti,
mil días sin ti y siete conmigo.
Amor, amor, amor.
Te llamo desde el ocaso de mi pasión.
Te extraño como extraña un rayo de sol el amanecer en los días lluviosos,
como las rosas extrañan al rocío en día de verano.
Hoy confundo el sonido del olvido con el rastro de tus pasos
y he concluido que el dolor ha anulado a mis oídos.
Me hiciste poema cuando me perdí en tus brazos y,
ahora el vacío de tus labios hacen eco en mis manos.
Te siento en mi pecho y te escucho en cualquier canción.
Te busco como una madre a su hijo perdido,
como un luchador busca alcanzar el triunfo,
pero caigo como la primera gota de lluvia en invierno al vacío.
No entiendo por qué clavaste un centenar de ilusión en mi corazón
para sacar uno a uno sin compasión.
He logrado detener el tiempo conteniéndolo en las líneas de la carta que un día me hiciste, pero la cicatriz más difícil de borrar es la de tu recuerdo.
Tu despego hacia mí provocó la abatía de mi alborozo,
no quedó en mil trozos mi corazón, simplemente desapareció.
Mírame, siente mi llanto y el grito sin fuerza que desata mi canto.
Regresa, y pronto, que el júbilo de mi existir empieza a convertirse en una utopía.
¿Qué es mi alma sino más que una tragedia?
No estás, no llegas, no hay sonrisas, solo tristeza.
Fuiste mi hazaña perfecta, mi mayor coraje;
la revolución de mis sentimientos.
Aunque hoy las lágrimas desborden mi alma
y la angustia reemplace a la calma,
un día de estos mataré al olvido
para llevarte de nuevo conmigo.