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Destino: ciudad

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La vida en la urbe contrasta fuertemente con la tranquilidad del campo, explorar las fronteras es el gran reto

Por: Nathalie Valencia

Daniel solía levantarse todos los días con el alba, le gustaba sentir el rocío de la mañana, el olor a leche fresca, su alarma estaba en el cantar de los pájaros y el cacarear de las gallinas, sus desayunos tenían un peculiar sabor a fogón de leña de la abuela y los colores según cuenta, los notaba más vívidos.

 

Supo de la vida y sus quehaceres desde aproximadamente los 8 años, cuando después de la escuela o en vacaciones, acompañado de su hermano se adentraba en el campo para trabajar la tierra que les daba de comer; no juzga el hecho de haber conocido el trabajo tan temprano, “tuve tiempo para todo, disfruté de mi niñez, jugué con mis amigos, me enamoré de la niña linda de la escuela y aprendí desde pequeño el valor de las cosas”.

 

Cuando niño, Daniel soñaba con tener un carro a control remoto que nunca llegó, pero a cambio se iba por horas al potrero a buscar arañas, ciempiés o cualquier insecto para convertirlo en su mascota y así, la niñez seguía su curso hasta convertirlo en un adolescente.

 

Recién graduado de bachillerato, quiso conocer el mundo de la enfermería y con ella, tener pequeños matices de la vida en la ciudad; viajaba cada sábado a la selva de cemento con hambre de saberes y en un pequeño rincón de la ciudad blanca le aguardaba con amor un pedacito de su tan querido campo, su abuela, que cada fin de semana le esperaba para darle posada.

 

El deber de prestar el servicio militar no dio espera, no había terminado su curso de enfermería cuando ya estaba vestido de camuflado y botas; al terminar su ciclo en el ejército, ya se había fundido en él, la idea de vivir en la ciudad.

 

Cuenta que el miedo lo sintió su madre, pues las necesidades en la urbe rayan en la inmediatez; sus padres ya habían andado esos pasos, pero no les quedó más que darles su bendición. Así el joven, entonces con 18 años emprendió camino.

 

A su llegada, el primer paso fue buscar trabajo y un lugar donde vivir, “el mayor reto de la ciudad es subsistir, si no trabajo, no como”; “la ciudad me resulta estresante y rutinaria, pero el trabajo es menos matador, en el campo la labor es dura, pero se respira tranquilidad”.

 

Daniel ahora con 21 años, sueña algún día volver al campo, pero no como peón sino como hacendado. Sueña con la tranquilidad de la tierra, sueña con ser de aquí y ser de allá.

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