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Estudiante negro

Las experiencias son significativas cuando la educación tiene en cuenta a cada ser humano

Por: Yamil Alegría G.

No es lo mismo evaluar a una persona de la ciudad, urbanizada, con conceptos y concepciones occidentales, a evaluar a un sujeto perteneciente a una comunidad étnica. Es decir, hace mal el sistema educativo en intervenir todos los contextos nacionales con la misma forma y repetitiva de aprendizaje, dándole cabida a la homogenización a los procesos educativos.

La educación debe pensarse los aspectos trasversales desde la naturaleza del sujeto, no se deben dejar matices por fuera, desvincular el entorno, los rituales, los quehaceres, la cotidianidad misma de las personas en los territorios. Y la intervención del sistema tradicional occidental, es también una forma de discriminación, porque verdaderamente hay un desconocimiento explícito y descarado de las idiosincrasias pedagógicas de los territorios étnicos, hablando específicamente del pueblo negro en Colombia.

Quiero narrarles que en mi colegio, donde también me gradué. En octavo grado, una de las experiencias más cercanas y referente nuestra historia y raíces fue cuando nos ganamos un paseo con todito pago a un centro recreacional allá en mi Tumaco. La cuestión era hacer una presentación de música del Pacífico en la semana de la Afrocolombianidad. Cada salón que se había inscrito para concursar, iba pasando a la tarima principal que era como un islita, alrededor era pura arena suelta. Pero la vaina era que muchos de estos salones habían llamado a personas que estaban ya en grupos de danzas y sabían manejar los instrumentos del pacífico.

Bueno, ya cuando nos tocó presentarnos ante toditico el colegio, no que carajo, eso los nervios nos quería comé, pero nostros ya estábamos mentalizados de que habíamos hecho un buen trabajo y eso no nos lo iba a quitar nadie, así no ganáramos nada. Pero la satisfacción de conocer, palpar y respirar lo nuestro, batía cualquier competitividad.

¡Oiga! Y empieza el teje y maneje con el currulao, eso nosotros cotenticos nos mirábamos con tal de no enredarnos en el toque, la bailadoras de blanquito sonriendo, las cantadoras brillantes, el de la marimba emocionado con ese sonidito del alma. Así que la gente también contenta y la algarabía, hasta otros cursos nos hacían barra… sí señora, cuando ya terminan todas las presentaciones, y uno de los profes del colegio anuncia que octavo uno se gana el paseo, ¡vea! Eso la gritería, la patanería, mejor dicho, el desorden y la alegría pudieron con nosotros. La profe Oleisa, nuestra directora del salón eso nos abrazaba, nos felicitaba, mejor dicho, el propio corrinche.

Y es que aparte de toda la euforia por habernos ganado ese dichoso paseo, nos sentimos bien y en ese momento le vimos el lado bueno del colegio, en esa semana, aprendíamos sin clases, ni profesores regañando, ni nada. Aprendíamos de lo nuestro mientras nos divertíamos, daba gusto ir a la semana de la Afrocolombianidad, podíamos ser nosotros mismos. Ante esa posibilidad que dio el colegio de vincularnos a lo que nos pertenece, y que por ahí en muchas situaciones la escuela obvia, nos permitió a nosotros en sí redescubrirnos inconscientemente para luego reconocernos.

A la sinceridad, no he querido extender este discurso, no quiero abarcar tanto pa después no apretar nada. En estos momentos la situación de la educación para la región del Pacífico colombiano es de un total desconocimiento de la historia, de nuestra diáspora africana, de nuestra lengua, de nuestras manifestaciones religiosas.

El Estado Colombiano ha blanqueado al pacífico, desde las instancias estructurales. A mí que no me vengan con cuento de que los ministerios, de que los censos, eso pa ni mierda sirve. Vienen aquí con sus caras rojas del calor humano de nuestro Pacífico, a decirnos con su lenguaje neutral, que la educación es el camino, que hay que ser exitosos para vivir bien. Nada, la educación en territorios como el Pacífico debe ser orgánica, flexible, interpersonal, territorial, ancestral y lo más humana posible como para que las mujeres tengan apropiación de todo el aporte histórico, desde la lucha, lo estético; como para que cada individuo del territorio sienta y transmita amor por su historia, por su andar libertario.

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