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Caminando entre sueños

...para Caminando es gratificante que esos pequeños niños los tomen de las manos con la esperanza de abstraer todo el conocimiento que solo ellos les brindan.

Por: Margarita Mazabuel

Pensar en las diferencias sociales de nuestro país, es quizá el gran debate en el Gobierno, que dice trabajar por una equidad, cuando ni siquiera hay igualdad social. Pero lo más desconcertante es ver que para la mayoría de colombianos este tema parece ser algo distante e irrelevante. Pues tener más dinero que los demás y estar en un estrato socioeconómico más alto es lo más importante.

Sin embargo hay quienes se preocupan por una buena construcción social, un mundo donde todos podamos contar con una vida digna, sin diferencias y sin problemáticas graves de convivencia. Con esta misión trabaja un grupo de jóvenes estudiantes y profesionales de la Universidad del Cauca, denominados Proceso Popular Caminando. Este es un grupo que tiene una apuesta de país diferente, donde la salud, la educación y la vivienda son algunos de los temas que necesitan solución, es precisamente en esa medida que trabaja junto con la comunidad en una constante lucha, por hacer valer los derechos mínimos. 

Para realizar esta bonita pero difícil labor, el proceso cada semestre abre las puertas para el voluntariado, es decir se hace una llamado a los estudiantes de todos los programas académicos para que hagan parte de este. Algunos de ellos continúan en esta gran familia, que también está dispuesta a acoger a quienes deseen realizar un trabajo social contundente donde se ayudará a aquellos que más necesitan de una mano amiga.

Este colectivo de personas se dedica a brindar espacios de convivencia y de educación a uno de los asentamientos más antiguos de Popayán, el de la Quebrada Pubus. Este asentamiento lleva cerca de 16 años en la ciudad en los que la comunidad ha realizado peticiones, tutelas y quejas que siempre se han escuchado en los diferentes medios de comunicación pero que ningún ente del Gobierno ha podido escuchar o ha podido brindar algún tipo de solución  para todas estas familias. Allí solo se logra sentir el olvido de un país sin memoria.  

Adicional a esta situación, las familias viven en constante conflicto, puesto que muchas madres han visto a sus hijos morir en la quebrada o sumergirse en el mundo de los alucinógenos, lo que rápidamente los llevan a las calles y a la delincuencia. En ese afán del mundo de querer sumir a estos niños y jóvenes en la infinita perdición, llega el Proceso Popular Caminando.

La escuela de tareas que se realizan en el pequeño salón comunal de tablas y zinc construido por la comunidad y los estudiantes que pertenecen al proceso es un espacio casi sagrado. Las disputas entre vecinos, las diferencias de edades y de cultura, no tienen lugar ahí. Es un ambiente mágico donde las letras, los números y las más simples normas de convivencia se hacen respetar.

Las risas dan el paso a el aprendizaje, pese a que los niños que asisten a esta escuelita poseen una educación básica establecida por el Gobierno, al parecer sus docentes formales no consideran importante, ni trascendental que ellos tengan una educación completa. Tal parece que a estos niños y jóvenes no se les da la oportunidad de ver más allá de sus tristes realidades. Su entorno continuamente les regala la visión de un mundo donde las oportunidades son para aquellos que tienen dinero y poder.

Y es entonces cuando aquellos jóvenes soñadores les abren las puertas al conocimiento, ya que niños de décimo grado no saben sumar, tampoco saben de libros, ni el por qué de las guerras mundiales, solo saben de peleas, drogas y pandillas; para Caminando es gratificante que esos pequeños niños los tomen de las manos con la esperanza de abstraer todo el conocimiento posible, olvidando por un momento su realidad.

Caminando también me enseñó. En esas paradojas de la vida, terminas aprendiendo cuando crees que vas a enseñar. Lo que comprendí es que las barreras sociales no se rompen admitiendo las diferencias sino con equidad, luchando por un buen vivir y exigiendo que nuestros derechos no se violen. Aprendí que como diría Mercedes Sosa en una de sus más reconocidas interpretaciones “que la reseca muerte no me encuentre vacía y sola, sin haber hecho lo suficiente” porque los niños, jóvenes y adultos que ahí viven tienen derecho a ser, persistir y existir en libertad, en un país sin guerras sociales y con garantías dignas de vida. Considero desde entonces que es valioso cada aporte de conocimiento que como estudiantes universitarios y futuros profesionales podamos brindar para ayudar a cambiar esas realidades.

Al llegar al asentamiento se escucha un saludo ¡buenas, profe! Mientras los niños revolotean de un lado para otro  preguntando lo qué aprenderán ese día en la clase. Sin duda estos niños desean aprender, hablan de lo que ya han aprendido en la improvisada escuela, y de cómo desean sentarse en la tierra de aquel salón a pintar, y a dibujar lo que sueñan ser de grandes. Los jóvenes mientras tanto piden explicación de los temas que no entienden en sus colegios estatales.

Si algo me quedó claro al poder vivir esta experiencia es que los niños y jóvenes aún limpios de las maldiciones de este nefasto mundo, tienen pequeñas sus manos pero sus sueños y corazones son infinitamente grandes. Auguro para ellos el mundo mágico que tanto dibujan, donde se ven a sí mismos cómo la salvación de lo que para muchos es la perdición de la sociedad. Sé que muy pronto con el pasar de los años, veré a más de uno de ellos siendo un profesional íntegro, ayudando del mismo a otros niños y jóvenes de la ciudad. 

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