Orgía urbana
.jpg)

Los miedos de la primera vez se ven contrastados siempre por el riesgo, la adrenalina y aventura que esta implica
Por: Santiago Viveros
Era nuevo en la ciudad y quería probarlo desde hacía mucho tiempo. Sabía muy bien que en Cali existen muchos de estos lugares donde se puede encontrar estas aventuras grupales, en los que para vivir estas experiencias desenfrenadas no se requiere de género, etnia o estrato en específico. También hay que destacar que se debe ser muy creativo en este tipo de actividades, pues hay que adoptar la posición más conveniente para salirse con la suya. Las posibilidades puede que varíen entre tamaños, colores y sabores, pero lo que sí es más que seguro, es que se entrará en contacto físico con muchas personas a la vez.
No lo había hecho nunca y estaba muy nervioso, es una experiencia que marca la vida de cualquier persona. Debido a esto, les pregunté a algunos allegados quienes lo habían hecho antes, que me dieran algunos consejos para triunfar en mi primera vez. Mi tío me habló sobre un sitio donde podría empezar, donde en una hora establecida encontraría a La Sueca, quien era una posible opción que supliría mis necesidades. De cintura marcada y nariz chata, parecía ser la opción indicada para mi debut; todo pintaba bien pero el hecho de que tuviera que compartirla con muchas otras personas no me acababa de gustar.
Mi primo me prestó su tarjeta e insistió en el cuidado que debía tener, pues lugares como al que iba no eran del todo seguros. Tomé impulso y fui al sitio, de inmediato noté lo grande que era, se podía escuchar múltiples sonidos como gritos y rugidos. Ya dentro del establecimiento pude ver a muchas de ellas siendo tocadas por todos lados. Pero la que me interesaba estaba parada en el fondo, permanecía callada e inmóvil mientras unos tipos la estaban tratando de abrir a la fuerza. Era tal y como me la habían descrito, grande y de aspecto europeo.
Siempre que ella llega, es el centro de atención, algunos clientes enloquecen a tal punto de parecer animales obsesionados con su presa y dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de satisfacer sus bajos instintos. Lo que más me impresionaba era la manera violenta en que algunos clientes la abordaban. Recibía muchos golpes, entraban en ella sin ningún tipo de mesura. Sin embargo, se veía que ella estaba acostumbrada a ese maltrato, ya que esta era su rutina diaria.
En medio de la fila que había para llegar a ella, todos se empujaban porque La Sueca se iba a ir, todos estaban ansiosos por tomarla ya fuera por su parte trasera o delantera y es que tiene fama de moverse muy bien; a pesar de ser grande, es muy rápida, te podría llevar casi tan lejos como quisieras. Así fuera a la misma vez y nos tocara estar demasiado cerca durante mucho tiempo, el señor que se encontraba a mi lado y yo, estábamos dispuestos a entrar en ella a la vez.
Cuando por fin llegó nuestro turno y antes de que se fuera, entramos en ella de manera lenta y complicada, la sensación fue más que satisfactoria pues fuimos de los pocos afortunados. Todos la agarrábamos de una parte distinta, mientras ella rugía. Era un ambiente muy caliente y sofocante, había grandes ventanas por las que podíamos ver las caras de asombro de los espectadores al ver tan dantesco espectáculo.
Después de quince minutos sobre ella, empecé a desilusionarme debido a la falta de fluidez en sus movimientos porque no era la veloz europea que me habían descrito. Además, ella no me convenció por completo, porque hablaba mucho y muchas veces no se le entendía, paraba cada cierto tiempo, para que entraran más clientes, como si no estuviéramos lo suficientemente incómodos.
Luego de una larga y salvaje experiencia me bajé de ella, estaba demasiado cansado, pero por fin lo había conseguido, pasé la mayoría de tiempo parado, pero había conseguido viajar por primera vez en un articulado, en la E-41 para ser más exactos; ruta que cubre el trayecto Andrés Sanín- Universidades, a plena hora pico.