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La casa, la primera escuela

La propia vida es sinónimo de aprendizaje

Por: Yamil Alegría G.

Resulta muy complejo que dentro de los espacios cotidianos como es la familia, se presenten ciertas irregularidades morales, humanas, emocionales y físicas. Ahora el núcleo familiar debe empoderarse de la importancia de la educación, de orientar y no pensar que las buenas conductas y la disciplina se van a terminar de pulir cuando se manda a la niña o al niño a la escuela. No. Rotundamente no.

Los vínculos familiares deben recobrar la conversa, los chistes, las salidas a los parques, a los ríos, al mar, recobrar el diálogo con la calidez de la relación humana. La idea es que a uno como hijo le den y le hagan notar que las mujeres son importantes en el hogar, que se deben respetar. Que cada quien tiene una forma de pensar diferente, de caminar, de sonreír, de cantar, de amar.

Pero entonces la pregunta es: ¿cómo carajos se da eso, cuando hay una base cultural que niega la relación interpersonal? Auto-respondería esa pregunta comprendiendo que la educación no es sinónimo de escuela ni la universidad en sí, todos esos otros espacios en los cuales usted y yo nos desarrollamos son contextos de educación, de aprendizaje desde lo cotidiano.

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