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¿Y usted, tan grande y haciendo bullying?

Hablar y ser diferente es en sí, algo que convierte a quien lo promulga en blanco de burlas, amenazas y maltratos. Condena a quien lo vive a la exclusión social y a quienes no, a ser cómplices a través de un silencio con el que se pretende no compartir la suerte de la víctima.

Por: Lorena Zúñiga

El bullying es un tema popular hoy en día. Campañas se expanden a través de las redes sociales y en colegios y universidades. Las áreas de psicología educativa han hecho lo posible por prevenir que estos abusos se presenten y hasta el gobierno nacional ha tratado de legislar para evitar el matoneo.

 

Sin embargo, aunque mucho se habla y aunque existan organizaciones que hacen todos los esfuerzos por trabajar en pro de víctimas y en ayudar a los victimarios (sí, porque aunque no lo parece ellos también necesitan ayuda), es realmente poco lo que se ha podido avanzar hacia el cambio de este tipo de comportamientos y mejorar la convivencia en los contextos escolares y universitarios de nuestro entorno.

 

El bullying, así llamado por el término Bully pendenciero, brabucón en inglés, es más viejo que la moda de andar a pie, y aun así nuestra sociedad aún no ha podido identificar con precisión cuáles son sus causas y menos disminuir sus consecuencias.

 

No son desconocidos los casos de famosos que sufrieron de abusos en su adolescencia y hoy gozan de reconocimiento, la lista es larga pero ni Selena Gómez, Rihanna, Robert Pattinson, Lady Gaga, Jessica Alba o Miley Cyrus se salvaron de sufrir golpes, burlas y acoso en su adolescencia.

 

Estos famosos y poderosos, hoy en día han alentado a la condena pública de este tipo de conductas y hasta han reivindicado a los abusados en todo el mundo. Incluso este ha sido el sustento para que los menos populares, tengan sus propias series de televisión, películas y dibujos animados; es decir que ahora ser alguien con estilo propio puede ser 'in'.

Sin embargo y aunque de dientes para fuera la mayoría condenan este tipo de abusos, las cifras revelan que 1 de cada 5 estudiantes en Colombia sufren de matoneo, ¿por qué?. La respuesta para algunos especialistas está en las familias de los abusadores y en una problemática social y cultural que no está en las aulas de los colegios y empieza más en los hogares.

 

En un contexto donde se busca constantemente la paz en las calles, en la televisión y en la Habana, ¿por qué seguimos enseñando a nuestros niños a burlarse y condenar a todo aquel que sea, sienta o piense diferente? ¿Por qué nos cuesta tanto tolerar, pero en cambio sí esperamos que todas las problemáticas se resuelva pacíficamente? El caldo de cultivo de la desigualdad y el irrespeto por la libre expresión está en nuestras casas y nosotros como adultos con nuestro ejemplo somos los responsables, por mucho que nos cueste aceptarlo.

 

La mayoría de los padres de los abusadores argumentan que son cosas de niños. Lo que muchos de esos padres ignoran es que un buen porcentaje de dichas discriminaciones, burlas y amenazas se prolongan también hasta la vida universitaria, con el aumento considerables de las consecuencias como es de esperarse.

 

Si existen dudas sobre la relación que tiene el bullying con la mayoría de las problemáticas sociales en Colombia, basta recordar el mencionado caso de confesiones UniSabana donde algunos jóvenes de estrato alto, presentaban sus quejas por tener que compartir el campus universitario con otros estudiantes becados por el plan ser pilo paga, procedentes de estratos bajos; ¿acaso esto no es un bullying generalizado cuyo origen son los prejuicios y la concepción de ser mejor que aquello que es diferente?. Y ¿no son estos mismos factores los que impulsan esa intolerancia tan marcada que nos condena a la guerra de todos los días?.

 

Ser libre y ejercer libertad de expresión es muy difícil en nuestro país, y más aún en nuestra ciudad. Hablar y ser diferente es en sí, algo que convierte a quien lo promulga en blanco de burlas, amenazas y  maltratos. Condena a quien lo vive a la exclusión social y a quienes no, a ser cómplices a través de un silencio con el que se pretende no compartir la suerte de la víctima.

 

Ante este panorama, ni la promulgación de leyes, ni el acompañamiento o intento de reparación son suficientes, porque así como no hemos podido alcanzar como sociedad una tolerancia que nos acerque a sentar las bases de la paz verdadera, así tampoco las universidades, colegios y escuelas de nuestro país, han podido cambiar una problemática que proviene desde la más honda raíz cultural de nuestra sociedad donde o se es vivo o se es bobo y es mejor ser uno que otro.  

 

Pero la buena noticia es que no todo está perdido, al menos no mientras desde estas mismas instituciones se continúe buscando la inclusión entendida como la aceptación de todo tipo de diversidades en las aulas de clase y en los campos universitarios. Inclusión de diferentes identidades de género, razas, credos, visiones políticas, preferencias sexuales y en suma la promulgación de la tolerancia al empoderar a las diversidades y a todos en ellas del conocimiento, para que cada vez sean más los pensantes que los vivos y sea mejor formarse para ser lo uno y no simplemente pasar por encima de otros para ser lo otro.

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